En su mayoría fueron declarados judicialmente en abandono
PANI da nueva esperanza a menores con males crónicos
POR Hulda Miranda P. / [email protected] – Actualizado el 13 de julio de 2014 a: 12:00 a.m.
Niño baleado y joven con conducta autolesiva son dos casos de mejora
Entidad contrata a profesionales en diversas áreas para dar atención especial
Por el césped corre un menor de 13 años con un puñado de tiquetes en la mano. En medio de una fiesta, él juega con otros niños y aprovecha para cerciorarse de que todos tengan su vale para recibir golosinas y comida que, en su caso, no podrá saborear.
Le quedan unos 20 minutos de juego libre sin mochila; es decir, sin tener que cargar un maletín que lo mantiene ligado a la vida.
En el bulto, el menor lleva una bolsa de sustancias nutricionales que recibe por vía parenteral.
Es prácticamente su único alimento, pues solo tiene un 30% de intestino delgado y no puede ingerir comida.
Este niño de dos años padece neumopatía crónica. Llegó al PANI siendo oxigenodependiente, pero su condición es cada vez mejor.
El resto del intestino fue destruido por una bala, en medio de una desafortunada situación que está en manos de las autoridades judiciales.
Cada día puede librarse de su mochila durante una hora para tener más comodidad. Sin embargo, cargarla el resto del tiempo no le impide ir a la escuela, a paseos y a desarrollar otras actividades.
En pocos minutos debe colocarse nuevamente el maletín, le recuerda cariñosamente la “tía” Karol, una cuidadora de la aldea Arthur Gough, del Patronato Nacional de la Infancia (PANI), en Santa Ana (San José).
La aldea es, desde hace dos meses, el hogar de este menor, que concluyó una estadía de cuatro años en el Hospital Nacional de Niños (HNN).
Ahora, el PANI es su encargado, debido a que está declarado judicialmente en abandono.
Hoy (miércoles 9 de julio) hay fiesta en el albergue, pues el PANI inauguró un centro terapéutico que ayudará a menores como el protagonista de esta historia.
Rescate. La aldea de Santa Ana alberga a 60 niños que están bajo el cuidado de 20 “tías”.
En su gran mayoría, los beneficiarios están declarados judicialmente en abandono, según explicó María Elena Pérez, coordinadora del centro.
El albergue recibe a menores que fueron víctimas de maltrato o de abusos sexuales, pero, principalmente, a aquellos con discapacidades y enfermedades crónicas, a quienes sus familias no pudieron darles las condiciones adecuadas.
Tal es el caso de un joven de 15 años que padece autismo atípico, retraso mental y conducta autolesiva. No tiene dientes porque se lastimaba. Él llegó al PANI hace dos años, luego de un internamiento de 36 meses en el Hospital Nacional Psiquiátrico.
Una resolución de la Sala Constitucional determinó, en el 2012, que el PANI estaba obligado a reubicar al menor porque había sido internado luego de que su familia alegó no tener los recursos para mantenerlo. Posteriormente, ninguna entidad quería hacerse cargo de él, debido a que requería de atención muy especializada.
“Él venía en una cama de metal y con lo que llaman ‘el muñeco’, que es un trapo que te amarran. Solo los ojos movía”, recordó Pérez.
El día que La Nación visitó el centro, el muchacho se aferraba a las manos del enfermero Manuel Castillo. Sentado en sus regazos, observaba a los demás correr por el lugar.
“Esto (tomarle fuertemente las manos) es como una señal de: ‘agárreme porque me voy a lastimar. Él es muy agresivo, es patológico, pero se ha acoplado muy bien a nosotros. Ahora camina con ayuda, ya no está desnutrido, va a la escuela”, resaltó Castillo.
Atención. Para el cuidado de los niños con necesidades especiales, las “tías” del PANI han recibido capacitación en el HNN y en el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA).
Además, la entidad destinó este año ¢600 millones para adquirir servicios de profesionales en áreas como terapia física, de lenguaje, educación especial y otras.
“Hay un montón de avances en sus procesos emocionales. Nosotros vemos a menores con intenciones de suicidios, trastornos y todos reciben atención”, enfatizó María Elena Pérez.